Evasión o victoria

Macaret by Litetamona (http://instagram.com/litetamona)

El sábado pasado se celebró en el Centro Penitenciario Menorca (también conocido como la cárcel de Menorca) el match más esperado del ajedrez menorquín en lo que llevamos de 2014. El peligroso equipo local recibía a un combinado de estrellas y estrellados del Centro de Cultura de Es Castell.

Tuve la oportunidad de okupar el primer tablero del equipo visitante, probablemente gracias al enchufismo familiar, puesto que mi padre era el seleccionador, pero también es cierto que le sacaba unos 500 puntos ELO al segundo tablero, así que quizá era lo más acertado. Al ser este un encuentro histórico, no iba a ser yo el que palmara contra un interno anónimo, así que durante la semana trabajé concienzudamente en mi repertorio con piezas negras. Mis compañeros de reparto eran la cream de la cream, posiblemente el mejor equipo posible para una ocasión como esta: En el segundo tablero, el veteranísimo José Pons Tudurí, curtido en mil batallas. En el tercero, Dani Arguimbau, que se ganó el sitio al ser uno de los mejores rookies del torneo por equipos. Y de cuarto, Jaume Salvador, máximo exponente del ajedrez espectáculo menorquín y co-autor de algunas de las partidas más analizadas en el Centro de Cultura de Es Castell.

En fin, que acompañados por el excelentísimo señor delegado, nos plantamos en la cárcel dispuestos a dejar el pabellón bien alto. Durante el recorrido previo, en el que fuimos recogiendo uno a uno a nuestros muchachos, gastamos todas las bromas sobre cárceles que habíamos pensado durante los últimos días, así que nos plantamos allí con ganas de entrar y de jugar un poco. Íbamos relajados y pensando en la victoria. Alguien me había comentado por internet que los fuertes ajedrecistas Jimmy Sherwin, Norman Whitaker, Pal Benko, Raymond Weinstein, Alex Sherzer, Maxim Dlugy, Alexander Alekhine y Bobby Fischer habían estado en la cárcel en algún momento de su vida, pero no pensábamos que nos los fuéramos a encontrar esa mañana.

La operación entrada nos llevó casi una horita, se ve que teníamos pinta de estar preparando algo (armados con nuestros relojes de ajedrez y nuestros bolígrafos), y además, en el control de seguridad dimos un concierto de pitidos varios, hasta que Jaume confesó que tenía una placa metálica en una pierna y que normal que aquello pitara más que Mateu Lahoz. El gallego que estaba al tanto (cárceles y casinos, territorio gallego de toda la vida) se lo miró un poco raro pero al final nos dejó pasar y nos guió por la prisión hasta la zona lúdica.

Durante el trayecto iba con los ojos lo más abiertos que podía, intentando retener las cosas interesantes para escribir algo aquí. Y tengo que decir que nada me llamó especialmente la atención. La prisión, laberíntica, tenía pinta de haber sido construida por los mismos que hacen los edificios de protección oficial, utilizando ese tipo de materiales con los que nadie se construiría su casa. Pero en realidad era muy diferente a lo que había visto en la tele, el cine o en mi amada Prison Break. Supongo que en el fondo esto era un alivio. Finalmente nos colocamos en la biblioteca y empezamos a programar los relojes para jugar al ritmo estipulado: Una hora por jugador, con medio minuto extra por jugada.

Al poco fueron llegando nuestros contrincantes, de los que supongo que es mejor no dar mucha información, por respeto a su intimidad, de todas formas, creo que solo podemos decir cosas positivas, porque nos trataron con amabilidad y se notaba que estaban contentos de tener contrincantes nuevos. Una vez organizado su equipo, el excelentísimo señor delegado dijo unas palabras y los relojes se pusieron en marcha, a continuación viene la crónica deportiva de la jornada, desde mi perspectiva, bastante limitada a mi tablero, echando un ojo al segundo y con visión limitada de los otros dos. Quería centrarme en mi partida, por un tema de respeto al rival, a veces da un poco de rabia la gente que se cree que puede jugar y mirar a la vez.

Todos empezamos a jugar más rápido de lo adecuado. Excesivas ganas, motivación, o lo que sea, pero los relojes soportaron un golpeteo infernal al principio de las partidas. Yo intentaba contener un poco mi ritmo, no quería acabar en cinco minutos, aquello tenía que ser una partida seria, y tampoco tenía ganas de cometer ningún error tonto y tener que remar a contracorriente toda la partida. Mi rival jugó la apertura un poco intimidado y la cosa estaba tranquila. En el segundo tablero, la situación era la contraria, una lucha sin cuartel que podía terminar de cualquier manera. En los otros dos la cosa parecía equilibrada, estaban demasiado lejos para saber que se estaba cociendo.

Mi oponente estaba jugando demasiado rápido y parecía un poco desorientado, la idea de jugar tranquilo dio resultado y él no acababa de saber que hacer. Yo seguí a lo mio y jugada a jugada fui mejorando mi posición, sin arriesgar mucho y esperando el fallo del rival, si Mourinho ha triunfado así, ¿por qué no yo? En la jugada 14, mi rival cometió un error estratégico y un par de jugadas más tardes aquello ya pintaba muy bonito para mi, así que pude empezar a espiar a mis colegas: La partida de José era la más interesante. Me gustaba más la posición de su rival, pero este jugaba más rápido que Antoñito (un niño de 7 años de nuestro club, al que Dani ganó una vez por aburrimiento). Con tantas prisas, cometió un error de bulto que igualó la posición. Al jugar tan rápido, dejó pasar un par de oportunidades de haber puesto al veterano José en un buen aprieto. En el tercer tablero Dani tenía un caballo de ventaja pero se había metido en un lio un poco extraño, a ver como salía de ahí. Y al fondo, el showman Salvador, estaba machacando a su oponente hasta que se dejó dar jaque mate en una… Vaya por d10s, ya estábamos palmando. 1-0 para el CPM.

Me centré de nuevo en mi partida, donde mi posición era totalmente cómoda. Tanto que no hacía falta ni sentenciar. Fui aplicando un poco de profilaxis por aquí y un poco de tocar las pelotas por allá y me dediqué a esperar acontecimientos. Aunque con la primera derrota, era evidente que ya no podíamos tontear. Al poco, los dos tableros centrales se resolvieron. Nadie se rendía, pero la victoria de José y la derrota de Dani eran evidentes. 2-1 y me tocaba ganar para empatar. A quién no le gusta jugar la última partida. De todas formas, mi rival había cambiado su ritmo de juego una vez que se vio en inferioridad y debo decir que al final consumió casi todo su tiempo, pero ya era demasiado tarde. Mi señora reina pasó al ataque y triunfó cual Conchita en Eurovisión.

Así que el resultado final del match fue un 2-2, homenajeando a aquel Suecia – Dinamarca de la Eurocopa 2004. Todos contentos y ni vencedores ni vencidos. Ahora solo faltaba ver como salíamos de allí. Pero, sorprendentemente, fue más fácil salir de la cárcel que entrar, así que jornada ajedrecística triunfal y vuelta a casa sanos y salvos. A ver si pronto podemos celebrar otro match. Y, si es posible, que sea en Cales Fonts, como dijo uno de los reclusos.

*Se nos olvidó hacer la foto del equipo en las afueras del recinto, así que los estímulos visuales de este post son una foto de mi madre y este maravilloso vídeo de la también maravillosa Sílvia Pérez Cruz cantando y ayudando en una prisión. Por cierto, os recomiendo navegar por sus vídeos, hay mucha cosa buena :).

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